¡Tanto tiempo! ¿De verdad ha pasado tanto tiempo? Y que sin
embargo siga tan vivo aquel recuerdo: la llamada de Rosa, una ilusión cumplida,
el largo viaje, incertidumbre, las críticas, ¿qué será?,… Los brazos abiertos
de nuestros anfitriones eran sólo un preludio de la maravillosa experiencia que
viviríamos en La Chamba.
Había entregado escéptica mi relato con escasa esperanza de
que fuera el elegido y, sin esperarlo, allí estaba, recorriendo cientos de kilómetros
hecha un mar de dudas que no tardarían en desvanecerse.
Recuerdo con un profundo cariño “mi velada”, una noche
mágica en la que se hilvanaron preciosos instantes que me hicieron sentir como
si hubiera escrito algo grande, mi pequeño “Nobel”. Sí, con cierto egoísmo, mi
velada, la que no volverá a repetirse, la primera vez,…
La inmensa emoción de ver que, en una cajita de terciopelo,
como una joya, aquel modesto relato había tomado forma. ¡Qué bien olía el
papel! Sin querer que se perdiera ni un instante de aquella magia, guardé una
de las ramitas de lavanda que habían velado aquella mesita.
Conservo con igual cariño la voz temblorosa de la lectura,
los íntimos aplausos, las palabras atropelladas que apenas podía articular
delante del micrófono, la luz de las velas sosteniendo la prosa y poesía de los
presentes,…
Creedme si digo que semejante premio no cabía en el maletero
cuando tocó volver a casa, así que opté por llevarlo y llevarles siempre muy
adentro.
He tenido además la suerte de ser testigo de las magias de
otros, de los ganadores y finalistas de ediciones posteriores. Y sigue valiendo
la pena. Es tan hermoso tener delante los nervios de alguien emocionado leyendo
su obra de arte, sentir cómo el vello se eriza por los compases de una
guitarra, ver la emoción que puede arrancarse a toda la audiencia diciendo sin
palabras…
Quienes hemos vivido estas veladas sabemos de la magia que
puede hacer llegar un tren a Fontanar.
Viajes, maletas, cartas,…sólo hace falta tener algo que
decir y decirlo; de convertirlo en extraordinario se encargan Rosa, Sebastián y
“sus duendecillos”…
Rosa Mª AlcaláEsta tarde he recibido un correo de "nuestra Rosita", en él me adjuntaba este bonito relato cargado de recuerdos y vivencias que tuvimos el privilegio de compartir con ella. Como bien dices Rosa, "tu velada" fue especial, aquella noche se desencadenó esa "magia" de la que todos los participantes habláis y que sigue presente en cada velada....¿por qué será?
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